domingo, 18 de diciembre de 2011

LAS FAROTAS


Mito y realidad
de una investigación folclórica
Por Joce G. Daniels G. 

a  Gabriel Panzza, Florencio Jiménez,
Miguel Castaño, Tránsito Noche, Ramón Pelotas,
Enrique Rabelo, Víctor Núñez, Julio Ribón,
 Marcial Russo,  Mañe Joaquín Matute
y a mi ahijado Oscar Panzza Lobo, los más consagrados y
eminentes bailadores de Farotas del Mundo

Las Farotas[1] no es una danza indígena, malibú o chimila, pocabuy[2]  o zondagua,  como algunas personas de Talaigua[3], la región y del país lo pregonan, tampoco es un baile africano o una mezcla triétnica, mulata o mestiza, sino que es un baile típico de romanís1 o gitanos andariegos, que llegaron con la España invasora a esta parte del continente, más específicamente a la Provincia de Mompox, cuando apenas asomaban en los tiempos de la República las ideas libertarias granadinas.
Surgió a mediados  del siglo XIX como una manera de participar en las ferias y en los carnavales  que se celebraban en la ciudad Valerosa y que agrupaba a los descendientes de españoles, franceses, italianos, libaneses  y alemanes que trabajaban en la Hacienda de la Esmeralda, un hato exclusivo para la cría de ganado de exportación a Cuba y otras islas de las Antillas, y famosa por los cítricos, especialmente naranjas a donde iba regularmente los fines de semana a holgar la famosa Marquesa de Torrehoyos, descendiente del Marqués de Santa Coa.
La danza de las Farotas, que es una de las más premiadas y admiradas en el país por su originalidad, solo existe en Talaigua e inexplicablemente no se ha extendido como otras tradiciones  y otras leyendas y costumbre a lo largo del río, muy a pesar de los intentos de folcloristas de otras regiones del territorio nacional que han tratado de montarla a como dé lugar.
En nuestro país, sus orígenes se encuentran entre los antiguos habitantes de las poblaciones de San Fernando, Margarita, Hatillo de Loba, Menchiquejo, Guataca y Sandoval, que asimilaron una de las muchas danzas de los gitanos que trabajaban en La Esmeralda y que periódicamente, en tiempos de ferias de la Candelaria, carnavales y la Cruz de Mayo se  presentaban en El Banco, la ciudad imperio de la Cumbia y Mompox, conocida también como Ciudad Valerosa.
De esas poblaciones se fue extendiendo y según documentos, relatos y testimonios de la época, la danza fue conocida en otras poblaciones de la región y la asimilaron de tal manera que a finales del siglo XIX, en las ferias de la Candelaria en El Banco y de Magangué y en las fiestas de la Independencia de la Provincia de Mompox, se presentaban las Farotas de la Esmeralda junto a otras danzas que reivindicaban las luchas independentistas de los criollos frente a los españoles y las costumbres y tradiciones de los indios y  de los negros.  Hoy en día, poblaciones como Margarita, San Fernando, Hatillo de Loba, Sandoval, Botón de Leiva o Doña Juana, no tienen idea de que fueron ellos quienes le dieron el nombre a una danza que se encuentra en las raíces y entrañas de Talaigua Nuevo y que por esas ironías tampoco existe en las otras poblaciones que conforman el Municipio. 
Es importante recordar que con la creación del Instituto Colombiano de Cultura en 1968[4] y  el advenimiento de festivales regionales en la década de los años setenta, que estimulaban el folclor y las tradiciones autóctonas en busca de preservar nuestro acervo cultural,  como el Vallenato, en Valledupar, la Cumbia, en el Banco, la Tambora, en Tamalameque, el Hombre Caimán, en Plato,  el Bullerengue, en Puerto Escondido, la Gaita,  en Ovejas,  las Bandas y Papayeras,  en Sincelejo, el Porro, en San Pelayo, del Petróleo, en Barrancabermeja, el festival de compositores en Magangué y tantos otros que surgieron ante el fenómeno de la Identidad Cultural Nacional, las danzas folclóricas que tradicionalmente se organizaban para tiempos de carnavales, sin otro objetivo que el de alegrarse y regocijarse con  los dioses Baco, Dionisos, Momo y Arlequín, adquieren un nuevo estatus pues su participación en los festivales será lo más esencial.
Se inicia entonces una lucha entre el presente y el pasado, una búsqueda de lo realmente original y lo importado, de lo autóctono y lo foráneo y como muchas fuentes se han perdido o se encuentran extraviadas, se recurre a la tradición oral, a la memoria prodigiosa de los ancianos, de shamanes,  palabreros, gurúes y griots,  cuya inventiva no tiene límites ni fronteras y acomodan según sus apreciaciones, no cómo sucedieron las cosas, sino como ellos consideran que pudieron  suceder.
Y  Talaigua, la tierra de las farotas, los caimanes, la tambora[5] y el chandé,  no iba a ser la excepción. En esa búsqueda del origen divino de la danza, se dijo que su génesis estaba entre los indios malibúes, chimilas, pocabuyes y zondaguas,  además se generó la más grande mentira que ha hecho una excelente carrera: “el indio se viste de mujer para ridiculizar al español porque éste le ha prostituidos sus hembras”.
¿De dónde salió esta mentira? ¿quiénes fueron sus inventores? Las Farotas como grupo Folclórico adquieren su partida de bautismo en el año de 1973, en el II Festival de la Cumbia que se realiza la ciudad de El Banco, en el departamento del Magdalena.  Conjuntamente con mi compadre Fernel José Matute Lobo, el millero encantado, y el sacerdote católico Santiago Bernal, párroco de Talaigua,  en el despacho de la Casa Parroquial nos tocó inventar a la carrera una historia sobre las Farotas, que  la danza debía llevar como carta de presentación a dicho festival. Esa mentira sobre sus orígenes indígenas, veintitrés años después, yo mismo que investigaba sobre dicha tradición, la recibiría de los archivos del Instituto Colombiano de Cultura, firmada como una investigación  exhaustiva realizada por una de las  notables y famosas directoras de la entidad.
Dijimos esa vez que las Farotas era una danza chimila- malibú, cuyo objeto era ridiculizar al español en venganza al ultraje y violación que hacía de las indias, además se parodiaba tanto que se ponía en tela de juicio su hombría y explicábamos paso a paso cada una de las formas de la venganza. Lo cierto fue que ese documento fruto de la improvisación, sin pies ni cabeza, jamás verificado, quizás por el sentimiento antiespañol  que muchos de los aquí presentes aún llevamos en el corazón, fue tan aceptado y metido en el alma que hoy es difícil sacarle a la gente de la tusta que todo lo dicho allí era una mentira generosa.
El documento oficial del Carnaval de Barranquilla, donde la danza tiene un lugar de privilegio el día del Bando, se consigna que las Farotas es “Es una danza burlona donde se muestra la forma que el español tenía para tratar a los indígenas, y, concretamente, a las mujeres”.
En la página que la Fundación BAT tiene en la Internet se lee que  “esta danza representa la estrategia que utilizaron los indígenas y negros para vengarse de los españoles por el abuso de sus mujeres. Los movimientos son Bruscos ya que son hombres disfrazados de mujeres.
En el dossier de presentación de la candidatura que hizo el Carnaval de Barranquilla, para que la UNESCO lo declarara Patrimonio Intangible de la Humanidad, respecto a las Farotas dicen más falsedades que verdades:
Esta danza es originaria del municipio de Talaigua, zona donde habitaron los indios Chimilas y Farotos. El componente musical juega un papel importante porque es el que genera el juego coreográfico de esta danza, fuertemente influida por el elemento indígena.
Es importante recordar que cuando Colón iniciaba la ola de invasión europea a las territorios del Nuevo Mundo, los territorios de África. Asia y Europa, ya habían vivido muchas guerras y batallas, cientos de pestes y en muchas regiones habían florecido grandes culturas que legaban y trasmitían de generación en generación el acervo que influiría notoriamente en las progenies postreras. Ejemplo de esa influencia de aquellas culturas milenarias, son la leyenda de Francisco el hombre, originada del Mito de Orfeo, y la leyenda del Hombre Caimán, originada en el Asno de Oro de Ovidio. Pero quizás el más grande error lo cometen los musicólogos vallenatos, a quienes se les ha dado por decir que los orígenes de esta clase de cantos se encuentran en los Cantos de Vaquería, confundiendo  los Cantos de Vaqueira, de los poetas agrestes de la España medioeval, que se caracterizaban porque, como los juglares, trovadores, scop escoceses y messenger alemanes, cantaban las tradiciones, las costumbres y valores de aquellos tiempos.
A Talaigua la llevó señor Domingo Galindo, un veterano de la Guerra de los Mil Días que llegó desde San Fernando con el pecho lleno de medallas y de cicatrices, quien organizó el primer grupo de faroteros que se mantuvo durante mucho tiempo, hasta cuando aparecieron personajes de la talla de Florencio Jiménez, Bonato Padilla, Tránsito Noche, Miguel Castaño y Gabriel Panzza que marcaron una época gloriosa para la danza.
En los últimos tiempos bailadores de la talla de Oscar Mancera, Manuel Joaquín Matute, Víctor “Elmello” Núñez, Humberto Hernández, Ramón Pelotas, Chencho Ramos, Heriberto Montero, Hernán Padilla, Agapito Quevedo y Fernel Matute, han logrado cimentar el prestigio que hoy tiene en el ámbito nacional.
El desconocimiento y la falta de investigación de nuestra historia, nos lleva muchas veces a inventar como fue el caso del compositor Adolfo Pacheco, autor de canciones famosas como El Mochuelo y la Hamaca Grande, que en una de sus composiciones habla de los indios farotos de San Jacinto. En aquella tierra habitaron los indios de Duanga[6]. Pero cuando le hice la salvedad, solo me dijo:
¡Eche, marica, y ustedes no tienen las indias farotas!
Otro tanto me sucedió con uno de los sabios directores de Telecaribe, el canal regional, cuando le envié el documento que yo había escrito en 1973 y le decía que hiciera la claridad acerca de las Farotas. Solo me dijo:
¡No seas pendejo, a la gente le gusta el morbo!
Farota  es una palabra árabe, etimológicamente significa “mujer charlatana y mentirosa” o “mujer descarada y sin juicio”. La danza nace de la unión del fandango2 y las soleares3, fiestas flamencas de origen romanís que posiblemente llegaron  a América a finales del siglo XVII, después de pasar por Portugal, Extremadura, Andalucía y el País Vasco[7].
En su forma moderna, la danza la ejecutan, trece personas, seis parejas, guiados por la mama, que como en las antiguas gestas guerreras lleva la bandera, el lábaro o el estandarte que identifica y lidera el grupo. Como los gitanos, son hombres con el indumento propio de los antiguos y algunos grupos modernos romanís, faldas grandes y anchas de flores abigarradas, blusas con llamativos encajes y adornos en el cuello de vistosos colores, con una gola de lentejuelas, el sombrero como el de los campesinos europeos, aplanado de un lado y lleno de flores y rosas, con aretes como los antiguos piratas, los labios pintados y todo el ajuar propio de los gitanos.
A los bailadores de la danza se les dio por darle un nombre a cada forma de lucha, a la manera de presentarse y de acuerdo con el ritmo musical del millo, la gaita, el clarinete, las marcas y la tambora, éstas se denominan:
Perillero, son cuatro variaciones estratégicas de la guerra, se avanza moviendo los pies en silencio, una pareja detrás de otra, siguiendo el ritmo de la persona que lleva el estandarte.
La trenza, es  la forma de salir a la lucha de frente, el tranco es largo, la vista fija al frente, sin dar  treguas al enemigo, eludiéndose entre sí, en la danza, como en la guerra.
Sombrilleo, el farotero como el andaluz, abre la sombrilla y danza, como en la guerra, es el escudo que lo protege, pero lleva la lanza para luchar de frente, eludiendo al enemigo.
Faroteo, es la danza del enfrentamiento singular, de un lado a otro, aquí y allá, gritando, como en la danza, como en la guerra, con trancos largos, metiéndose uno entre otro, sudando, luchando y bailando.
Y por último el Saludo, después de la lucha, el vencedor y el vencido, ganadores y perdedores, se dan la mano en una tregua, como en la danza, como en la guerra.
He ahí su originalidad. No es una danza ritual, tampoco es una danza amorosa. Nadie vocifera, todos siguen un orden, meciéndose de un lado a otro, siguiendo el ritmo del millo y el tambor, unas veces agrupándose y otras abriéndose en abanicos, danzando y luchando hasta llegar a un paroxismo frenético y extraordinario, como en la lucha, como en la guerra.
Es dable decir, que a la par de las Farotas, florecieron otras danzas, eso si típicas de la región, pero con marcada influencia española por las bulerías4 y las alegrías5, que son cantos flamencos con coplas  de tres o cuatro versos octosílabos. Entre esas están las Artesanas, la Conquista, los Coyongos, los Goleros, el Pacopaco, el Caimán, los Negritos, las Hilanderas que se presentaban en los carnavales locales y regionales y donde no faltaba la princesa india que era robada por el blanco, reviviendo de esta manera las leyendas de la Malinche, Nueva España, Yngermina en el Caribe, Miranda en el Río de la Plata y Pocahontas en Nueva Inglaterra.
Mucha gente piensa que lo admirable de esta danza considerada como una de las más auténticas del país, representativa de una de las regiones más abandonadas del Caribe, es que se haya sostenido a lo largo de casi un siglo y sigan sus personajes  vistiéndose con hopalandas de vistosos colores, blusones y candongos y el maquillaje propio de las gitanas, de las chismosas, de las Farotas.
Quiero anotar que la danza, no por las mentiras que se han dicho, sino por extraordinaria participación en el Carnaval de Barranquilla, es reconocida por la UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad.
He aquí el mito y la realidad de una investigación folclórica, basada en una creación vulgar, en un documento fraudulento, pero que es el fundamento y la carta de presentación de las Farotas, el grupo de danzas de Talaigua Nuevo, la tierra de los caimanes, la tambora y el chandé.


[1] Nota publicada en El Tiempo Caribe, en la página 2, de la edición del sábado 8 de febrero de 1997.
[2] I Congreso Nacional e Internacional del Folclor “Del hecho folclórico a la puesta en escena”, realizado en el Palacio de la Inquisición de Cartagena de Indias, 7 al 9 de octubre de 2009.
[3] Talaigua, Taligua o Talaigua: nombre del cacique cuyo territorio le fue asignado a Pedro de Heredia Avalos en el repartimiento de tierras en 1541. Juan Friede. Documentos Inéditos para la Historia de Colombia. Tomo V.
1 Gitanos o Romanís, pueblo nómada con una herencia biológica, cultural y lingüística común, actualmente disperso en pequeños grupos por todo el mundo. Los gitanos llevaban en Europa más de 500 años, pero fue a finales del siglo XVIII cuando se logró saber que provenían del noroeste de la India, al descubrirse la relación entre su lengua, la romaní, y las lenguas indoeuropeas de esa región.
[4] Fue el último que se creó en Latinoamérica, por presión que hizo la UNESCO al gobierno de Lleras Restreo.
[5] Instrumento musical de percusión. Más grade que la caja y con cuero en ambos lados. Así llamán los habitantes de la región de Loba, San Martín, Hatillo, Barranco y otros pueblos del sur de Bolívar el baile Cantao. En talaigua se le denomina al baile cantao Chandé.
[6] De allí que el nombre que le endilgó don Antonio de la Torre y Miranda, el refundador, fue San Jacinto de Duanga. Antonio de la Torre y Miranda. Informe al rey de España. 1775.
2 Fandango, danza española cantada, de ritmo ternario al compás de  3/4 o de ½ y movimiento vivo, que se ejecuta en pareja acompañada de guitarras y castañuelas. Se la conoce desde el siglo XVII, época en la que tenía un tiempo bastante más lento, extendiéndose su influencia desde Andalucía y Extremadura a Asturias y el País Vasco, lo mismo que al Levante peninsular, Portugal y América. Existen las variantes regionales o locales del fandango, que reciben una denominación toponímica: murcianas, malagueña, rondeña, granaínas, cartageneras, tarantas, verdiales o bandolás. Todas ellas están emparentadas con la seguidilla castellana y el bolero.
3 Soleares (en singular soleá, variación andaluza de la palabra soledad), canción y danza popular propia de la baja Andalucía española, con raíces sevillanas, jerezanas y de Alcalá de Guadaira. Su ritmo es ternario en la escala andaluza de mi, con introducción guitarrística y estrofa de tres versos octosílabos con asonancia el primero con el tercero. Parece ser que es una derivación de los antiguos jaleos, un cante para bailar ya extinguido. Su principal característica es la variedad, que reside en su misma esencia, siendo el más flexible de los cantes.
[7]  PEDRO SALZEDO DEL VILLAR. Apuntaciones Historiales de Mompox. 1ª edición. S/f. Página 132.
4 Bulerías, cante flamenco con copla de tres a cuatro versos octosílabos. En ocasiones se utiliza como remate de otros cantes, en especial de las soleares, y hoy día se ha convertido en una pieza obligada en el repertorio de todos los cantaores. Tiene un ritmo rápido, en compás ternario, distribuido en fragmentos de ocho compases. Constituye la base de toda fiesta flamenca. Directas herederas de las soleares, las bulerías son un cante creado fundamentalmente para bailar. Existe una gran variedad, siendo muy conocidas las bulerías al golpe o para cantar. El baile por bulerías admite todas las improvisaciones que se le ocurran al intérprete si sabe seguir el compás. Su origen se sitúa, casi con seguridad, en el jaleo o canción jaleada propia de la danza festiva.
5 Alegrías, cante flamenco con copla, por lo general de cuatro versos octosílabos, que pertenece al grupo de las cantiñas. Se trata de una melodía de carácter festivo destinada a la danza. Su cómputo rítmico es igual que el de las soleares, pero más ligero, más vivo.



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